Ser educador hoy implica también ser escritor, capaz de transformar la experiencia pedagógica en palabra viva. Ya no basta con preparar clases; es necesario producir conocimiento, construir diálogos con otros públicos en distintos espacios. El docente que escribe textos académicos o literarios amplía los límites de su acción pedagógica: lleva la escuela al mundo y lo global a la escuela. Como señala el austriaco Wittgenstein: "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".
La sociedad necesita de este tipo de educadores: constructores de sentido, cultivadores de la palabra y sembradores de ideas. Porque cada texto que nace de sus experiencias es una invitación a seguir reconstruyendo, a continuar transformando la ciudad, el país y a pensar también de manera universal.
Florece la mirada
en el vientre de la flor
Las raíz
está lista
Despierta la luz
al amor
(J.A.)